miércoles, 24 de septiembre de 2008

Aburrimiento y melancolía

Quién nunca ha escuchado decir que los tiempos pasados siempre fueron mejores? Yo de seguro lo he escuchado una y mil veces. Mi bisabuela solía decir que nada era como en su juventud y que se hacia vieja para el mundo. Vivió 98 años, en dos países diferentes, en dos culturas distintas pero a la vez con un mismo matiz. Tuvo una vida interesante para su tiempo, siendo una mujer de principios de siglo, viajó, estudió y nunca se casó. Realmente la mujer que conozco como mi bisabuela no lo fue, ella era la hermana soltera (de mi verdadera bisabuela) que crió a mi abuela, mientras que su hermana trabajaba para mantener a sus tres hijos, luego de quedar viuda. Su vida para mí resulta un caso de estudio, por lo atípica y por lo interesante que solían ser sus historias, que me trasportaban a mundos desconocidos e inciertos, llenos de fantasía y pintados con los sueños propios de la niñez.

Un día me dijo que los sueños, sueños son, como bien en su momento manifestó Calderón de la Barca, pero nunca le creí, porque ella con su carácter recio, sus modales de dama española del siglo XIX fue la primera que me enseñó a soñar, a ser diferente, a creer en la aventura y a entender que una mujer puede ser lo que se proponga.

Ella fue uno de mis ejemplos de superación, de tenacidad y fue ante todo una mujer a la que no sé si llamar admirable o simplemente interesante, pero sus enseñanzas nunca me dejarán, no puedo dejarlas porque ella me dio parte de mi ser, sin haberme parido, me enseñó tanto como la vida misma, porque desde pequeña me mostró los sueños y me presentó (a su manera) una realidad abstracta que siempre he cosechado a través de mis viajes.

Con el pasar de los años extrañó cada día más su juventud, su casa en Cuba, sus amigas, sus bailes y sus tertulias, ya la vida no era para ella, el mundo era diferente y dejó de entenderlo. Pero yo sí lo entendí, gracias a ella, comprendí su mundo, mientras vivía en el mio, y su realidad fue compartida.

Al viajar a la amada Cuba, visitar Santa Clara, nuestro pueblo natal, años después de su muerte comprendí que sus lecciones estarían siempre conmigo, en las calles, en la iglesia, en la casa de nuestra familia, en los rostros de la gente que la quería y que la conocía. Ella diseñó mapas en mi mente y me movía por Santa Clara, como siempre hubiese vivido allí. La sentí mía por que era de ella y finalmente supe que los sueños eran verdades como puños, que los lugares guardan un especial encanto, cuando se conocen sin conocerlos y que no siempre los sueños son fantasías.

En este blog discutiremos realidades y un poco de fantasía, para no perder la costumbre de soñar y de un día perdernos en un punto del triángulo de las bermudas.


Dedicado a Memé, dónde quiera que estés tus enseñanzas siguen conmigo.

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